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Son muchas las empresas que asignan un teléfono personal a sus trabajadores, para de esta manera estar más conectados y que el coste de las gestiones que hacen con el teléfono no recaiga sobre ellos mismos. Además, las tendencias que se orientan hacia el teletrabajo hacen que el teléfono sea protagonista indiscutible en las rutinas de trabajo de aquellos que desarrollan sus responsabilidades desde cualquier punto del globo terráqueo.

Sin embargo, el hecho de disponer no solo de un ordenador para trabajar desde casa o desde cualquier espacio que no sea la oficina, sino también de un teléfono las 24 horas del día conectado hace que las fronteras entre lo que significa trabajar y lo que no significa trabajar queden totalmente difuminadas.

El hecho de que el teléfono se utilice como medio de conexión entre aquellos que no están en la oficina y aquellos que sí están, hace que estos primeros tengan la necesidad de demostrar que están trabajando, estando aún más pendientes de sus teléfonos de lo que lo estarían en otras circunstancias o localizaciones.

Con el móvil no hay excusa para estar “always on”

La expresión “always on”, tan vendida por muchas marcas hacia sus clientes plantea ciertos desafíos para los trabajadores de esas empresas, porque el equilibrio laboral podría verse roto por esa eterna presión que existe en sus teléfonos con emails constantes a los que hay que contestar casi de manera automática o las llamadas de teléfono interminables que hace tanto el jefe como los clientes.

Podríamos estar atendiendo al origen de un nuevo tipo de trabajadores, los esclavos móviles o esclavos del correo, porque no hay momento de relax para ellos en el que el teléfono esté bien cerca siempre pensando en el por si acaso. Da igual que se trate de un día de la semana, vacaciones o fin de semana.