Un jefe de recursos humanos, todo el mundo lo sabe, está ahí para atender a la fuerza laboral de una empresa, para contratar y capacitar a los trabajadores, para administrar sus rendimientos, para gestionar las compensaciones de productividad; pero más allá de éso, sus otros papeles, también para todo el mundo, terminan o se difuminan en su papel como estrecho colaborador de la gestión de la empresa y de sus directivos.

Un jefe de recursos humanos, por ejemplo, tiene mucho de coach, de entrenador de la fuerza laboral, porque mantiene a los trabajadores orientados a la productividad, en la medida de lo posible, satisfechos, proporcionando, también en la medida de lo posible, estímulos y confianza en la organización.

Pero ¿qué más?. Esas otras actividades de un jefe de recursos humanos podemos resumirlas en diez acciones, que, bien gestionadas, pueden marcar una diferencia en el clima interno de la empresa y en la productividad. ¿Qué otras cosas puede hacer un jefe de recursos humanos?. Las vemos:

– Colaborar para diseñar y comunicar una filosofía de la empresa empleando en su difusión los canales de comunicación que están a disposición del departamento de recursos humanos.

– Proyectar la cultura y la historia de la empresa a la sociedad, para que la conozcan los clientes, los proveedores, los medios de comunicación y el resto de la comunidad empresarial. A través de los medios de prensa, las redes sociales, los envíos de mensajería online…

– Promover las prácticas de entendimiento entre los miembros de la fuerza laboral, en la idea de mejorar el ambiente de trabajo.

– Desarrollar en la empresa una cultura en la que se valoren las habilidades personales de cada trabajador, el ingenio, la capacidad de aportar valores.

– Creación de un canal de reclutamiento de nuevo personal de estilo transaccional, utilizando a los trabajadores de la empresa como personal activo que localiza en la calle a nuevos talentos.

– Integrar un estilo de departamento de recursos humanos cuyas capacidades se extiendan hasta cada uno de los miembros de la organización y a los grupos de trabajo en los que participan. Una fórmula en la que cada uno de los trabajadores de la empresa es prescriptor de la filosofía y de los intereses corporativos.

– Crear un modelo de departamento de recursos humanos que sirva para mantener el cumplimiento de las normas internas de la empresa y no como una entidad que trata a los trabajadores como si fueran niños que hay que tutelar.

– Construir una cultura de la colaboración. Un jefe de recursos humanos que no es defensor de las personas y que se comporta como un evangelista de determinada cultura empresarial no cuajará nunca como modelo. Ni será fiable para los trabajadores. Un jefe de recursos humanos no puede ser tampoco un cómodo colchón de muelles en el que todos descansan de sus frustraciones laborales.

– Solicitar a cada miembro de la organización, y cada día, su colaboración en tareas de gestión que puedan percibir como útiles.

– Sustituir el miedo por la confianza en cada una de las oportunidades que surgen en el seno de la empresa. En las sesiones de formación, en las prácticas diarias de gestión o a través de las simples conversaciones de trabajo.